Son los bancos crepitando en las escaleras, resisten a su lado un par de tablones perezosos. Sobre los escalones, obturan las cosas el ingreso hacia el pálido simulacro del criticismo: estandarte atragantado en el cemento de la docta muralla.
El conocimiento de lo visible y lo invisible, su solemnidad transmutada en disciplina huye, se esconde tras los cercos de la propiedad privada. La mentira abandona la cátedra.
¿Dónde están los cuerpos amancillados en los bancos, sujetos en la inescrupulosa madera de pupitres preparados para reducir la doxa en los requisitos hostiles de una pertinencia organizada en la exégesis dominante fabricada por el capitán de la fábula?
Y mutaron los cuerpos desprendidos de las ataduras a las cosas, florecidos, revoltosos, translúcidas enredaderas trepan por las paredes. La primavera es la Toma.
Un acróbata libertario afirma sus manos en las estructuras que se rompen aún cuando los ojos normalizados las pretenden compuestas.
¡Piedra libre para el lenguaje! no ha conocido filosofía más pura que la de las sillas abiertas en el patio jugando a la ronda. El bullicio, hijo pródigo del silencio y la resistencia, autogestiona conocimiento. Los cuerpos bailan en la danza del pensamiento que practica sobre lo real, son el ejemplo de hacer en el espacio y el tiempo, un lugar.
Indignadas las aulas cerradas reclaman su pasividad intestina. Los vestidos, sumergidos en el relato parvulario que protege el timón de los capitanes petrificados con sus verdes pizarras sobre las tarimas, reclaman a los cuerpos para vestirlos en el ajustado concepto estanco de enseñanza.
Voces se pronuncian en el discurso panegírico, contrarrevolucionario dirigido a salvaguardar la parábola homogenizante de los patrones. Escupen el orgasmo fingido situado en el grito ¡Rompan la toma! rompan la toma que rompe la instrucción disimulada para la obediencia.
Son las aulas que gritan. Palenques del capitalismo, reducto de la competitividad erudita, enquistada en los muros, registro arcaico dónde se congela la imaginación y la subjetividad deviene producto dócil, mercantilizado. Son las voces presas en las aulas, con su inocencia muerta, reclaman su normalidad: paliativo contra el deseo transformador de los sutiles vínculos trazados con el saber.
Es el relato pertinente que llueve la tormenta de la resignación. Mientras tanto seremos estos cuerpos, semillas sublevadas, insurrectos, florecidos, los anormales provocando al cielo para escampar.
LaNiñAqUeMiRaCoNoJosDeVaCa.
Nota: este testo delirante es una co-laboración de una compañera de Filosofía y Letras. Asimismo, es un sabotaje a la máquina parceladora, etiquetadora del saber-poder. ¡Gracias!
http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=aula
ResponderEliminarY sí, a veces en ese horrible banco de palabras muertas se esconden algunos significados más horripilantes aún.