El martes 26 de octubre de 2010, a 6 días del asesinato del militante del PO Mariano Ferreyra a manos de la burocracia sindical pedrazista, se desarrolló la asamblea del CECSO de FSOC de la UBA , asamblea que giró mayoritariamente en torno al imprescindible repudio y exigencia de justicia para con aquel asesinato político. Sin embargo, como el término mayoritariamente muestra, no sólo sobre el recuerdo de aquel joven militante trotkista versó la asamblea. Si bien esta parecía discurrir por estos carriles, considerando inapropiada toda intervención que implicara fisurar el saludable consenso de indignación ante un crimen político a manos de una burocracia sindical, sobre el final de la misma, a la hora de las mociones, como quien no quiere la cosa, se introdujo una que no había sido mocionada al menos públicamente por ninguna intervención: no hay nada de malo en ello, pueden acercarse mociones a la mesa moderadora por fuera de ella, como cualquier abc de procedimientos asamblearios ilustra. Sin embargo, como también resulta obvio, es responsable –para quienes tanto gustan de responsables políticos- señalar la procedencia partidaria/agrupacional de aquella moción extra-intervencionista: así, una expresión como un conjunto de agrupaciones, vertida por un integrante de la agrupación estudiantil Prisma, además de vaga, es de una irresponsabilidad proporcional al grado en que le quita el cuerpo –paradójicamente con tanto positivizar poner el cuerpo- a la responsabilidad de nombres propios de agrupaciones y/o partidos. ¿A qué se le teme? ¿Por qué no hacerse cargo? Si esta moción subterránea y traicionera ya fue planteada -por cierto que menos deshonestamente- cada vez que se mocionó a favor de la continuidad del Comedor de Constitución-Ex aula 6 desde la última palabra que brinda la codiciada mesa de moderación, ¿por qué no hacerse cargo de la huidiza moción dando los nombres de las agrupaciones-partidos que la mocionaron subterfugiamente y subieron y bajaron los bracitos votadores al ritmo de la aceptación o rechazo que intuyeron de la asamblea? Lo que se dice: un asunto de principios, ideales, convicciones.
Las intrigas palaciegas forman parte de la política. Pregúntesele sino al oficialismo en torno al vicepresidente mendocino elegido en 2007. Quienes las efectúan creen estar entrando en lo hondo de la política, la política entendida como conspiración: se figuran a sí mismos –una vez finalizada la carrera, si es que alguna vez sucede- como futuros cuadros de una fuerza social de relevancia. La mesa de operaciones moderadora les sirve de escenario, el micrófono de legítimo monopolio de la legítima voz de la asamblea, el resto de ella de auditorio sujeto a las astutas especulaciones: da gracia dado que no vale la pena observar cómo se agolpan detrás de ella como si su posterior fuera la codiciada espalda de la persona amada. Detrás de ella se dan conversaciones que luego se desvanecen, conversaciones no dables de ser tildadas de traiciones dado que eso implicaría creer en demasía en una de las dos partes de la conversación. Hay que reconocer que ese tipo de diálogo forma parte de las tradiciones del populismo que se pretende de izquierda, que –en tanto bonapartista y pendular- flota de una posición a otra según cómo venga la mano –son el antisalmón de la política-, pero no de quienes se referencian en legados autogestivos. Debe llamar a profunda reflexión de estos sectores prestarse a tales contubernios con quienes, bajo la pretensión de que son amigos sólo porque no son enemigos, no dudarán en mocionar en repetidas oportunidades proposiciones irrespetuosas de experiencias prácticamente inéditas en la facultad que conducen, o directamente en aparatear una asamblea introduciendo subterfugiamente mociones que –como un mago con su conejo- son sacadas de la galera. Al menos, cuando vemos un conejo salir de la galera del presdigitador, sabemos su nombre o apodo: sería deseable que lo mismo sucediera con las agrupaciones y partidos que, de la vergüenza del burocratismo operado, ni siquiera se atrevieron a explicitar las corrientes desde la que partió aquella proposición.
El fantasma de la autonomía parece aterrarlas. Y esto no es exclusivo de las agrupaciones conductoras –sin controles de alcoholemia, como buenos tomadores- del CECSO, sino también de los partidos políticos restantes. De otro modo, en lo que a los primeros respecta, habría que prestarse a conspirativas y paranoicas versiones según las cuales su ensañamiento por entregar –lisa y llanamente, son entreguistas confesos y contentos- el comedor-ex aula 6 se debe a secretos convenios con el muy funcionalmente demonizado Caletti –quien hizo todo lo posible para tal negativización- no precisamente expuestos a la cosa pública. Así, la célebre expresión del Decano: ni mentiroso ni buchón, a la luz de la recurrente proposición de mociones contra la experiencia autoorganizada encarnada en el comedor, cobra otro matiz: ¿habrá sido verdad que integrantes del CECSO mantuvieron reuniones secretas por fuera de la mesa de diálogo –y, por ende, irrespetuosos de la tan agitada soberanía de la asamblea- con su tan convenientemente demonizado enemigo? ¿Las principales agrupaciones integrantes del centro fueron irrespetuosas del mandato de las asambleas que tanto elogian? ¿Jugaron a dos puntas? ¿Cayeron –y recayeron- en doble lealtad? Si no es así, ingenuamente, no se sabe por qué tamaña animosidad en devolver gratuitamente un espacio que fue conquistado a fuerza de fuerza, trabajo y afectos por quienes también participaron de la toma y participan de las asambleas. ¿Será por los fondos que un comedor bajo control del centro redundaría para con sus agrupaciones integrantes? ¿Será por la caja que –comprensiblemente- tanto es criticada para con el gobierno nacional pero que, al parecer, no resulta tan criticable cuando los beneficiados somos nosotros y no los otros? No quisiéramos caer en tan mal pensadas interpretaciones. Estamos seguros de que debe haber una buena razón –o varias- explicadoras de tan sintomática conducta. A su espera estamos.
No obstante lo anterior, no puede dejar de señalarse la suerte de inocencia de quienes, creyendo en las palabras de quienes minutos después mocionarían en contra de una experiencia que se mide en mucho más que panes y cervezas –como si esto, además, fuera poco-, repudiaron los llamados intentos del Decanato de sembrar la discordia en la chacra del movimiento estudiantil afirmando que se reunía con una minoría -¿la vanguardia?- de él bajo el pacto de jamás reconocer públicamente la reunión: cada vez que su cabeza tuvo oportunidad no hizo más que embarrar la cancha de una tierra ya pisoteada, pero debe llamar a reflexión de aquella en parte ingenua y muy desilusionada fracción estudiantil sobre su configuración de amigos y enemigos: no se trata de patear el tablero –para eso siempre estará el zapato de Kruschev, mal que les pese a los stalinistas disfrazados de otra cosa-, sino de saber con qué pingos se cuenta a la hora de la partida. Porque, como reza la sabiduría popular, en la cancha se ven los pingos. Y, de un tiempo a esta parte, ya se vieron: se están viendo. En caso de que quienes vienen obrando bajo determinada línea, bajo cálculos miserables realizados con los dedos de una mano, lo sigan haciendo de esa forma, su entreguismo formará parte de una de las herencias más interesantes para con el movimiento estudiantil futuro que intentará no repetir sus tan repetidos errores.