miércoles, 16 de marzo de 2011

desterrar la barbarie. arrancarla de las facultades.




DESTERRAR LA BARBARIE, ARRANCARLA DE LAS FACULTADES. A las órdenes puestas en circulación subyacen unos presupuestos ordenamientos que se nos aparecen invisibilizados, inscriptos como están en los muros de las ciudades. El aplanamiento discursivo de los saberes comunales, no letrados, su despojo e infantilización, habla a nosotras/os de jerarquías que se incrustan en los cuerpos, esos otros ingobernables. Así, nos encontramos ante nuestros propios cadáveres en el ropero de las siempre demasiado humanas ciencias sociales, epistemicidios de los que las facultades bien saben, puesto que los apuntalan.

Ese espacio promiscuo que nosotras/os también compusimos, y que un grupo de compañeras/os consideró nombrar como “La Barbarie”, es un brote que se muestra sobre una planicie de mercantilización del saber-poder, que interrumpe las órdenes que disponen el espacio, los cuerpos, su potencia. No es casual que la enciclopédica violencia arremeta nuestras tierras comunales. Se nos dice que el C.B.C. que allí tendrá lugar no tiene presente la necesidad de bares para las/os estudiantes que allí cursen. ¿Qué cosa se ordena? Las/os verdaderos estudiantes no precisan encontrarse. Las intensiones, inquietudes, movimientos que tironean de los dispositivos bien harían en quedarse en los textos arrancados al soplo de lo vital, a la fugacidad de lo viviente. Es preciso alzar tabiques que los separen de tamaño envolverse en un abrazo. Todo uso comunal debe ser extirpado, amarrado, gobernado, como el cuerpo-siervo, como el pueblo-niña, como el ciudadano-espectador: educado. No hace falta policía para ello -saben nuestras autoridades- tan sólo ponerlos a circular, que no se detengan, que no se encuentren -en los márgenes- hueco de aire alguno que contamine la trama individualizante, su tendal de máquinas privatizantes.

Si es cierto que los espacios son indiscernibles de los afectos, entonces, el bar autogestivo que es motivo de nuestro disparate, nos mueve a ello por sentirlo propio. Incrustada entre los engranajes de la ciudadela de la razón, la barbarie resiste toda maquinaria apisonadora de rugosidades, texturas, informidades que se fugan a la forma apropiada –y los llamados “verdaderos estudiantes”, como, asimismo, los “verdaderos trabajadores”, inventos que la burocracia pedrazista esgrimiera en sus comunicados al usuario-espectador, ésas otras servidumbres que se nos ordenan, llamando así al orden a lo que no puede tenerlo, resumen sólo puras formas en un cielo metafísico-, refractarias a las líneas de montaje de subjetividades privadas, a sus cuerpos organizados.

Hace bien el gobierno, la jerarquía, la burocracia en encontrarse un enemigo en el espacio arrancado a la normalidad privatizante. Aplanar todo brote que emerja, que se hurte a los mecanismos de servidumbre policial. Eso que aparece como experiencia de lo comunal, rostro de la potencia, urgente, es preciso desprenderlo de la máquina que en nosotras/os funciona, de la que somos mundana apariencia. Un aula es una máquina que rechina, que resuena de fondo, en armonía con otras máquinas de la servidumbre. Detenerla, como la barbarie lo hizo, habitándola, desviándola de su función, muestra lo que se puede si se excede las órdenes, la organización de los cuerpos, la jerarquía. No es preciso que en todas partes se inviertan los motores áulicos, tomando como una palabra sagrada, con sus intérpretes apropiados y cifras, con sus ecuaciones simples y sus sacerdotes, la experiencia que nosotras/os tenemos a cuestas, y que es la de la barbarie, la persistencia de ella en el edificio del saber-poder. La experiencia se trae encima, se lleva puesta. Las bibliotecas que se nos dice ocuparían el espacio de la barbarie -¿des-intrusarían?-, como si de un rebote de aquella otra estratagema se tratase, aquella que, luego del conflicto de las facultades ebrias tuvo lugar como desinfección, pretendiendo que eso nos haría olvidar la intermitencia de la (a) que emerge, ingobernable, en la duración que le es propia, decíamos, pueden pasarnos por arriba, ocupar el espacio de la autogestión, aplanándolo todo en una babélica biblioteca –los desafiamos a ello-, mas, sépanlo, la barbarie persiste, como un brote, como el cuerpo que se desata, que tiene lugar en el ahí, que no se deja amarrar por el gobierno de lo ilustre. En los rincones, al margen de las inteligencias, algo sobreviene. No es sólo la inundación que en las precarias instalaciones de las facultades suele aparecerse. Es la autonomía que se inquieta en lo oscurito. Ahí sus luces paranoicas no funcionan, sus órdenes aplanadores nada pueden. Y no sea cosa de que las/os estudiantes que transiten la nueva sede del C.B.C. proyectada en Ramos Mejía 841 puedan leer –no repetir, sino incorporar lo ensayado, considerar que podría ser de otro modo a como es- en las paredes la experiencia que inquieta los muros, que está incrustada en el ahí. No sea cosa que se infecten, Dios y el Estado no lo permitan, y se hagan de lo común.


3 comentarios:

  1. Acaso debemos dejarles una experiencia? No deberían ellas si les interesa, si tienen necesidad de encontrarse, armar su espacio?
    debemos actuar por ellas, marcarles el espacio que fue nuestro?

    Les dejaría un cartel conmemorativo, "Aquí funcionó la Barbarie, un paraíso para muchas" y que suene un tema de hippie viejo


    Hubo un tiempo que fue hermoso
    y fui libre de verdad,
    guardaba todos mis sueños
    en castillos de cristal.
    Poco a poco fui creciendo,
    y mis fábulas de amor
    se fueron desvaneciendo
    como pompas de jabón.

    Las nuevas generaciones tal vez prefieran una franquicia de Mc Donalds y un tema de Lady Gaga.

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  2. no se haga problema, don.
    no pediremos nada, tomaremos.

    y como decía ignaco lewkowicz,
    tomar una facultad no es agarrarla,
    es alterarla -sabemos nosotras/os-

    g.-

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  3. anónima o anónimo 1, sólo hace referencia a cuestiones que se nos escapan como seres racionales: primero dejar experiencia y segundo lo que preferimos.

    no podemos elegir lo que se deja como experiencia, no se trata de controlar desde el pasado el presente, no, no es nostalgia lo que nos moviliza.

    qué preferimos? qué nos gusta? qué nos produce goce? a mí personalmente me gusta que un poco me peguen, pero no creo que pueda ser la norma para todas o todos, sin que importe el orden. entonces, no podemos actuar desde lo que nosotras o nosotros pensamos que las o los otras y otros prefieran, menos acusándoles de "nuevas generaciones", desde dónde podemos acusarles de "nuevas generaciones"? somos "viejas generaciones"? esto nos da más poder de decisión? otra vez la nostalgia? no, no es nostalgia, ni por haber llegado primeras o primeros vamos a intentar determinarles un camino que nosotras o nosotros nos pintó.

    la intención sería intentar abrir la posbilidad de experimentar algo por fuera de las gestiones universitarias, rectorado, centro de estudiantes, etc., que no ahí no se acabe nada!

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