miércoles, 22 de septiembre de 2010

Retorno a la normalidad. Lo que queda(rá) de la toma

 



Retorno a la normalidad
Lo que queda(rá) de la toma

 
Entre la avalancha de intervenciones y pronunciamientos imprudentes que circulan en momentos de abierta excepcionalidad a través del incesante flujo discursivo de la virtualidad postal, un grupo de estudiantes ansiosos por dejar de serlo llamaron a todos aquellos que no se sintieran representados por el devenir de los acontecimientos a organizarse para sacar a patadas en el culo de la facultad a quienes osaron poner en suspenso su tan preciada normalidad. Ignorantes o indiferentes a sus propias condiciones de cursada, así como a las situaciones que de manera cíclica se vienen repitiendo cada dos o tres años en el espacio que ellos mismos habitan, no se percataron de que aquella excepción que aborrecen se inscribe en una norma extensiva (esa misma a la que dicen querer retornar como perro que se muerde la cola) que la instituye y configura. Por nuestra parte nosotras, pesimistas e incrédulas, les aconsejamos tengan paciencia, más pronto que tarde las mal llamadas clases públicas volverán a desarrollarse al interior del estocólmico encierro áulico-estatal. Así pues, los interrogantes que se desprenden y buscan trazar huella que fugue hacia un tiempo por venir, podrían ser los siguientes: ¿cuál será el resto instituido de la presente potencia instituyente?, ¿qué forma tendrá cuando el magma de significaciones emergentes solidifique?, ¿qué sedimentará del cúmulo de experiencias vividas en los últimos días?, ¿qué quedará de la toma de la facultad?

              Como diría el viejo calvo y maoísta, la política es el gobierno de los espacios, de aquellos que habitamos: los campos, las calles, las casas, las camas –gestionados por agrimensores, urbanistas, arquitectos y sexólogos-; y de aquellos que habitan: los cuerpos –gestionados por médicos, estilistas, personal trainers y nutricionistas. La toma del aula 6 de la sede de Constitución y su remarcación como comedor estudiantil recorta una nueva territorialidad en la cuadrícula de la facultad, y apertura en ella novedosas posibilidades de circulación y subjetivación de sus habitantes: las estudiantes. Poniendo a resonar las proclamas del príncipe anarquista, las estudiantes de sociales entendieron que la autogestión del alimento no es sólo condición de posibilidad, sino ella misma máquina de guerra deseante y mutante. Espacio de comida que reconfigura como lugar de encuentro y de circulación de afectos, de intercambio des-mercantilizado, de producción de conocimiento prófugo del dispositivo áulico, de organización autónoma a la división por claustros.

            El espacio disciplinario transformado en comunitario fue expropiado, construido/habitado, recuperado y resignificado por las estudiantes organizadas en comisión abierta, quienes llevaron la moción de la toma del aula a una de las asambleas generales. En la última de ellas, justo antes de que comenzara la fiesta que, como rito inaugural, diera apertura al comedor estudiantil, algunas agrupaciones presentaron una nueva moción para que fuera el Centro de Estudiantes quien se encargara de la gestión del espacio según los modos en que lo hace en Marceloté: designando res-ponsables políticos. Bajo tal idea de res-ponsabilidad subyace de manera tácita la creencia de que las estudiantes autoorganizadas son incapaces de res-ponder por las contingencias que puedan surgir de la gestión del comedor. Niñas bárbaras e irresponsables que requieren del Estado-Padre para que, habiéndose adjudicado el rol de su portavoz, ponga palabras a las travesuras que ellas hacen. O tal vez, en verdad, lo que tales posicionamientos quieran obturar sea la posibilidad de una experiencia de autogestión estudiantil del espacio de la facultad capaz de migrar a las otras instancias de gobierno: otros comedores, fotocopiadoras, apuntes, juntas de carrera, representaciones. Si así fuera, el Centro dejaría de ser centro: devendría puro movimiento. 

 
Primavera de 2010

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