Nuevamente algo se levanta en Sociales, UBA. Se sabe, para que algo así tenga lugar es preciso, asimismo, que algo caiga, se desmorone o sea derribado. Radio Viga dice tener que cambiar su nombre a Radio Vidrio, o, también, Radio VV. Lo que suena de fondo es la precariedad de la vida, cierta inseguridad que nos atañe, que no sabe de claustrofobia alguna y que, de tanto resonar, se vuelve como una pegadiza canción de moda –no sabe de claustros, decimos, también los secundarios la entonan-. El despropósito de una educación llamada pública que es mero papel mojado, puesto que ha soltado las amarras que antaño la anclaran a una serie de inicios, rituales al calor de la univers(al)idad del saber-poder, o, lo que es lo mismo, del Estado-padre. Mas, ¿y nuestra crítica a ese andamiaje institucional? Seguimos participando, luego vemos. Las/os estudiantes se amuchan en las asambleas masivas, deciden los pasos a seguir. Nos preguntamos si el nombre para aquellas instituciones ignorantes de sí mismas, de su potencia instituyente de autoorganización, es el de masivas o multitudinarias, la una haciendo referencia a su carácter de masa, de pueblo/niño que se levanta o desprende del Uno-padre y prefigura un otro; la otra a aquella condición irreductible de las multitudes: una informe multiplicidad sin síntesis, ingobernable y fugaz, una rebelión contra los pastores. ¿En cuál de ambas podríamos hacer encajar la experiencia vivida? Las experiencias, es claro, exceden las etiquetas, desbordan los patrones. Se mueven en un espacio no geométrico, un espacio que no puede ser medido. Inventan, hay que decirlo, siempre cada vez el antagonismo. O, mejor, los antagonismos, los cuales estrechan lazos, tejen y ponen en resonancia entramados maquínicos, disidentes. Digamos, empero, que no por el hecho de coordinarlo todo se trama un vínculo, que esto tiene su propia temporalidad. Pero lo que ahí sucede, sin embargo, se nos escapa –nadie sabe nada, por más que así lo crea (creer, le recordamos a nuestros profesores y sus peroratas, es hacer como si), por más que quieran convencernos de la propiedad de su cifra: variaciones del saber-poder-. No es la exigencia a las autoridades lo que nos interesa –no queremos otros patrones, otra medida-, sino eso que está en latencia, que se nos muestra, en sordina, como el rostro de la potencia antagonista.
La experiencia de asambleas masivas, decíamos, suele oscurecer su ahí. Lo que allí tiene lugar es inmedible, luego, hace falta traducirlo. Las consignas deben ser claras, ordenar lo caótico de la significación, evitar el malentendido, no hacer preguntas. Una comisión de prensa debe encargarse de todo. Las interpretaciones se ponen a la orden del día. Hace falta un pliego de reivindicaciones con la claridad de la letra muerta. Las asambleas pelean por el Edificio Único. Ya lo tenemos. El eterno retorno de la condición precaria. El Estado nos abandona, hemos entonces de hacerle ver que aquí estamos, persistimos. La universidad del saber-poder, así sea disidente -¿un saber-poder disidente?, ¿no tendríamos que comenzar por pensar nuestro propio plano de inmanencia, las jerarquías que en estos pasillos se ensamblan?, ¿la fábrica de palabras no es solidaria, acaso, del dominio del capital-Estado?, ¿en el origen no fue el saber-poder?-, quiere su reconocimiento, lo anhela: la aprobación del otro. Un lugar en el entramado maquínico. Tenemos nuestras credenciales, luego nos lo merecemos. Hemos hecho votos suficientes para ello. Nosotros podríamos hacerlo mejor, puesto que sabemos.
Las/os que no sabían y, sin embargo, se arrojaron a hacerse preguntas son las/os compañeros de la materia Comunicación III, a cargo del decano Caletti. Se preguntaban por qué no iban a proponer ellas/os la creencia a investigar, por qué tenían que recibir aquella materia a desbrozar sin poder tener decisión alguna sobre cuál de ellas, y por qué. Su iniciativa, entonces, pasó por investigar aquello en lo cual estaban implicadas/os, envueltas/os no sólo ellas/os sino también el titular de la cátedra, quien acuñara la frase ® que daría lugar a la propuesta: la toma de sociales es oportuna. La sospecha esgrimida, adelantaremos nosotras/os, de seguro muy poco rigurosamente, puesto que frente a los neutralismos académicos de la ciencia sin sujeto no mantenemos reparo alguno, es un dejo de impotencia, un no querer aceptar que las/os estudiantes puedan algo prescindiendo de ellos, nuestros sacerdotes. Mejor hubiese sido para éstos blandir la infantilizante carta de la acreditación, o la rigurosidad metódica, allí emerge un tercero: la institución es una localizada ritualidad. El retener en la tristeza es su secreto, regocijo de los sacerdotes.
La máquina-áulica, pues, fue saboteada un instante. Luego, asimilando la experiencia, poniendo las notas pertinentes a un trabajo que se valoriza como si fuera una flexibilización del entramado académico –dejamos por un instante que hagan como si realmente pudieran proponer algo y, además, los escuchásemos- todo seguirá sobre sus carriles, aún y muy a pesar de ellos. No desestimamos la experiencia indicando esto. Decimos simplemente que el dispositivo funciona más allá de los contenidos que se actualicen en él, que pueden ir variando sus tonalidades –la trampa de la cátedra paralela allí se nos muestra-. El ordenamiento de los cuerpos puede ser más distendido, de hecho es un espacio en tensión (los cuerpos siempre están en tensión, se tensan y vibran, son un despliegue de la potencia, una composición común antes que el seguimiento de un a priori [los a priori son agarraderas para la pereza de la servidumbre voluntaria]), por eso puede ser excedido, y lo es en situación áulica. Las cursadas no son tristes pasajes por una aplanadora línea de montaje que todo lo empaqueta: la iniciativa autónoma que escapa al aplanamiento es muestra de la potencia antagonista, que es exceso de lo que se puede, desborde de toda institución. Un espacio de múltiples relaciones de poder –y de una erótica del poder, asimismo, puesto que se trata de cuerpos, afectos-. Tironeando del dispositivo, destejiendo sus bordes se abren incorporales huecos. Romper el aula. El dispositivo-áulico que nos trama como sus pliegues gramaticales, que no es lo mismo. Si fuera preciso, a martillazos.
Romper el aula. Hacerle sabotaje a la máquina. Que el fantasma de Ned Ludd se rumoree. Crear mil clases públicas, no estatales. Clases sin patrón, si se quiere. Aquello también se está ensayando en la construcción de un comedor estudiantil en la sede Constitución. Un espacio recuperado (o, mejor, invención del común, puesto que antes de él era sólo un interrogante) por las/os estudiantes autoorganizados, sin patrón alguno. Habitar el espacio, activar sus devenires. Hacer emerger el rostro de la potencia antagonista. Nadie es propietario de ningún secreto al respecto. La potencia es el privilegio de cualquiera. El aula reclamaba aquello y no lo sabíamos. Estaba ahí y no lo sabíamos. Nadie sabe para qué sirve un aula hasta que se rompe.
Es interesante la vuelta de tuerca al "si no está roto, no lo arregles". Y ellos estaban bien sin reclamos y nosotros bien, sin preguntas. Y sin embargo, se rompieron las aulas y ahi comenzó todo.
ResponderEliminarCreo que a las movilizaciones estudiantiles y, por que no a la política en general, le hace falta poesía. Y ustedes la ponen. Ofrecen algo más. La universidad autogestionada, "bárbara" si se quiere...interesante.
Saludos mil desde el anarquismo silencioso, anónimo, caótico, artístico, individual e irónico.
no están contemplando el hecho de que se rompió un aula por intereses particulares... y que fueron unos pocos los que decidieron que eso era lo mejor, no la comunidad de sociales...
ResponderEliminarno hay rebelión en el acto de romper el aula, sino chantaje
"no están contemplando el hecho de que se rompió un aula por intereses particulares... y que fueron unos pocos los que decidieron que eso era lo mejor, no la comunidad de sociales...
ResponderEliminarno hay rebelión en el acto de romper el aula, sino chantaje"
Si te estás refiriendo a lo del comedor en consti, el "interés" me parece "común", no "particular"... date una vuelta x la barbarie algún día, dale?
Y cuál sería "la comunidad de sociales"?... sea lo que fuere, empieza por decidir en las asambleas que en primera instancia se plantean abiertas. Y en todo caso -normal-, cuando el Gob de turno decide yo no decido: soy "comunidad" con vos... cuando a vos te conviene.
Y la "rotura" refiere a un acto "constructivo/creador"... no sé qué nota leíste, pero no entiendo lo del chantaje.
muac
Ps: ta buena la nota. De a momentos es medio duranga de pasar, pero bueh, será q yo no sé de poesías.
para no sólo tomar la facultad y mejorar el edificio, sino romper las viejas estructuras.
ResponderEliminarpara los q critican la democracia de la asamblea acusando de que solo es una minoria, porq no proponen una alternativa donde se pueda crear un ambito mas democratico aun (si es q es posible). He escuchado muchas opiniones en contra pero ninguna propuesta concreta alternativa que supere la democracia de la asamblea, tal vez la cuestion horaria seria algo a mejorar y la forma de manifestacion en la calle no necesariamente tienen q ser clases publicas, pueden ser seminarios o conferencias sobre temas afines
ResponderEliminar"para no sólo tomar la facultad y mejorar el edificio, sino romper las viejas estructuras. "
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Esto no se trata de "me arreglas el juguete y toda la máquina vuelve a la "normalidad"". Hay que romper con las viejas estructuras jrerárquicas de organización. Un nuevo movimiento se está gestando, y todavia no conocí nada más democrático que la democracia directa. Cuando sepamos de alguna nueva forma más justa de voto les avisamos (a los disconformes).
Yo no creo en la representación.