miércoles, 28 de julio de 2010

Autopistas





La prioridad es construir autopistas. Las autopistas son una forma muy eficaz de determinar caminos. El automovilista no se puede detener en cualquier momento ni puede cambiar de rumbo repentinamente. Tiene que saber mantener la voluntad del destino. Conservar la cordura y repeler el deseo de viajar junto con la persona que va en el auto de al lado o de caminar por el pasto que crece al lado del asfalto. Reprimir todo deseo de transversalidad. Seguir la recta línea estoica. Por eso, el objetivo más importante de hacer una autopista bordeando el río no es promover el uso de medios de transporte individuales ni cercenar la vida al aire libre de quienes viven en el lugar, sino poner a prueba la conducta de los automovilistas. Pilar de nuestra sociedad, las clases automovilizadas tienen que ser inexpugnables. Tener el suficiente control de sí como para no dejarse afectar por el movimiento pendular de las ramas entre la brisa fresca, para ni siquiera detectar el vaivén tenue del agua en la orilla, la ondulación de las algas soltando sus esporas.

Fracasados los espacios de encierro, la velocidad de los cuerpos es lo que compartimenta. El andar del cuerpo encierra el cuerpo. Se encapsula en el movimiento. Se reviste de un armazón de vidrio y metal en la ruta, de una armadura de ansiedad y paranoia en la calle. Y en el borde se abruma su río. Porque el cuerpo lleva sus propias sirenas. Si, las tiene amordazadas en el baúl del auto. Pero a veces no puede callarlas. 


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