martes, 7 de abril de 2009

¡No al adefesio único!




“Para una obra de arquitectura, la obsolescencia ideológica es más fatal que la obsolescencia técnica. En cuanto un edificio pierde su significado, desaparece de la vista, aunque siga en pie”.
Lewis Mumford. Arte y técnica.


“Da espacio a tu deseo”

La Celestina, Acto VI.



Es fácil subestimar los efectos que los espacios tienen en aquellos que los habitamos. La disgregación de la facultad en cuatro edificios-adefesios puede ser considerada como un elemento superficial, como una incomodidad resultante del magro presupuesto universitario. Pero esta línea de interpretación puede resultar en una desestimación de la problemática de la organización del espacio, relegada a la instancia de mero epifenómeno. Los edificios interpelan a los sujetos, imponen una concepción de qué lugar se ocupa en una institución y de cuál es el rol asignado dentro de ella.


En Sociales abundan las reflexiones teóricas acerca de la relación entre arquitectura y poder. Suelen ser los propios profesores los que señalan, siempre a modo de acotación, que la disposición del espacio en el aula estructura la relación jerárquica docente/alumnos. A continuación, acostumbran proseguir tranquilamente con sus disertaciones. Prueba prístina de que el poder no funciona siempre, ni siquiera la mayoría de las veces, bajo la lógica del ocultamiento.


En los reclamos por el edificio único el énfasis fue puesto en la viga, en el potencial Cromañón, en los baños, en el peligro de una falla eléctrica; en suma, en la decadencia técnica. Puntos irrebatibles, que no admiten consideraciones terminológicas (del estilo de ¿viga o marco? ¿peligro de muerte o sólo de traumatismo?). Y, sin embargo, insuficientes para exponer la profundidad del problema edilicio.


Una nota común a las distintas sedes es la ausencia de puntos neurálgicos de encuentro. La facultad se afirma, desde su materialidad, como un lugar de paso sin espacio para lo colectivo. La disposición actual de las aulas desalienta el trabajo en grupo, reafirma la individualización reinante en la universidad y escenifica el modelo tradicional de educación basado en la transmisión de conocimientos y la infantilización del estudiante. El reclamo político por el espacio no puede quedar ciego a la importancia del espacio para la política. Ya en la Antigüedad era imposible pensar a la democracia sin el ágora.


Líneas teóricas al interior de la arquitectura señalaron, ya hace más de 50 años, la importancia de ampliar el concepto de vivienda para incluir dentro de él a todo lugar que es vivido. Denunciar el potencial mortífero de cursar en las actuales sedes no debe hacernos olvidar que son nuestras vidas, antes que nuestras muertes, las que transcurren en esos espacios.


El nuevo edificio no debe ser un reluciente panóptico, un atractivo espacio privatizado preparado para el consumo, en el que las librerías cuenten más que la biblioteca, ni una estructura preparada para reproducir la individualización y los esquemas de pedagogía imperantes.


A la exigencia por mayor presupuesto debe unírsele una reflexión acerca de qué edificio queremos que contemple la importancia de la arquitectura como instancia productora. Debemos, pues, embarcarnos en la empresa de dar espacio a nuestro deseo.


Nota: Este texto fue escrito por el hoy autodisuelto colectivo autogestivo La Peste, con motivo de las elecciones a Centro de Estudiantes posteriores al proceso de asambleas masivas y tomas de edificos en la Facultad de Cs. Sociales UBA, entre otras, en 2008.


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