Tú eres el criminal, oh Pueblo, puesto que tú eres el Soberano. Eres, bien es cierto, el criminal inconsciente e ingenuo. Votas y no ves que eres tu propia víctima.
Albert Libertad. ¡El criminal es el elector!
Como si dijéramos rutinariamente solemos asumir una relación de infantilización respecto a aquello que consideramos nuestras autoridades; aceptamos estas modalidades del poder sobre los cuerpos como si de una auténtica naturaleza se tratara, producimos de esta manera el tiempo homogéneo y vacío de la “normalidad” –es decir, nuestros modos de ser consumidores, espectadores, estudiantes, trabajadores o votantes.
Es esta temporalidad que asumimos como único horizonte de lo posible aquello que hay que dejar en suspenso si de producir otros modos de la política se trata; la experiencia de asambleas multitudinarias y tomas de facultades recientemente ensayada por el movimiento estudiantil, tanto en Sociales como en otras facultades, traza indicios de una potencial organización autónoma de los estudiantes –la cual es nuestra apuesta.
Durante los días del conflicto supimos dar lugar a un proceso de autoorganización de masas, un movimiento asambleario que se creaba a sí mismo, sin propietarios, ni pretendidos especialistas, suspendiendo así por un breve interregno el tiempo-espacio de la normalidad; se trató de un movimiento específico, a los fines, por el Edificio único y más presupuesto, que a la vez que auto-organizaba a cientos de activistas, se supo dar los mecanismos necesarios para potenciar sus fuerzas: comisiones participativas, actividades múltiples, auto-regulación de tiempos y oradores en las asambleas.
Sin embargo, las asambleas no se pensaron a sí mismas más que como un medio de lograr las reivindicaciones propuestas, limitándose a exigir a las autoridades, sin reflexionar que, aquello que era experiencia en acto, expresaba como virtualidad otros modos de lo común, sustraídos a toda representación –y re-presentar es siempre hablar en nombre de alguien, sustituir, mientras que la organización autónoma que nos supimos dar partía de tomar la palabra por nosotros mismos, aún sin garantías.
Hoy, el retorno de la normalidad emerge en la elección implícita de las elecciones –y con ella, de unos modos socialmente producidos de “lo político”-. Alguien debe ganar, conducir, dirigir la herramienta gremial de los estudiantes, es decir, el “centro” entendido ya no como expresión de lo que las asambleas decidan, sino como cuerpo separado de representantes. Así, a nosotros nos restaría asumir la servidumbre ante nuestros propietarios/tutores; una manera de ser de la política que, a nuestro entender, muchos compañeros con los que supimos componer la experiencia común de asambleas multitudinarias, asumen como única posible, por lo tanto necesaria.
Para nosotros, en cambio, se trata de la existencia insustituible de un movimiento que habita tales instituciones, y en tanto las habita, las produce como espacio de la autogestión, ya no de la re-presentación. Entonces, afirmar la autoorganización es sustraernos a los modos jerárquicos/autoritarios, reunirnos siempre en asamblea, en los casos de ser necesario, elegir delegados mandatados, siempre rotativos, siempre revocables, permanecer abiertos a la creatividad, luchar por la autogestión de la vida.
Decimos que otros modos de la política emergen de la experiencia de formas de autogobierno que hemos ensayado; decimos que elegimos seguir afirmando éstos modos de organización y ya no aquellos que nos dicen que debemos elegir una vez cada año para, acto seguido, ya no decidir más. Afirmar la autoorganización, esa es nuestra única elección, nuestra única apuesta. Queremos, luego podemos.
Es esta temporalidad que asumimos como único horizonte de lo posible aquello que hay que dejar en suspenso si de producir otros modos de la política se trata; la experiencia de asambleas multitudinarias y tomas de facultades recientemente ensayada por el movimiento estudiantil, tanto en Sociales como en otras facultades, traza indicios de una potencial organización autónoma de los estudiantes –la cual es nuestra apuesta.
Durante los días del conflicto supimos dar lugar a un proceso de autoorganización de masas, un movimiento asambleario que se creaba a sí mismo, sin propietarios, ni pretendidos especialistas, suspendiendo así por un breve interregno el tiempo-espacio de la normalidad; se trató de un movimiento específico, a los fines, por el Edificio único y más presupuesto, que a la vez que auto-organizaba a cientos de activistas, se supo dar los mecanismos necesarios para potenciar sus fuerzas: comisiones participativas, actividades múltiples, auto-regulación de tiempos y oradores en las asambleas.
Sin embargo, las asambleas no se pensaron a sí mismas más que como un medio de lograr las reivindicaciones propuestas, limitándose a exigir a las autoridades, sin reflexionar que, aquello que era experiencia en acto, expresaba como virtualidad otros modos de lo común, sustraídos a toda representación –y re-presentar es siempre hablar en nombre de alguien, sustituir, mientras que la organización autónoma que nos supimos dar partía de tomar la palabra por nosotros mismos, aún sin garantías.
Hoy, el retorno de la normalidad emerge en la elección implícita de las elecciones –y con ella, de unos modos socialmente producidos de “lo político”-. Alguien debe ganar, conducir, dirigir la herramienta gremial de los estudiantes, es decir, el “centro” entendido ya no como expresión de lo que las asambleas decidan, sino como cuerpo separado de representantes. Así, a nosotros nos restaría asumir la servidumbre ante nuestros propietarios/tutores; una manera de ser de la política que, a nuestro entender, muchos compañeros con los que supimos componer la experiencia común de asambleas multitudinarias, asumen como única posible, por lo tanto necesaria.
Para nosotros, en cambio, se trata de la existencia insustituible de un movimiento que habita tales instituciones, y en tanto las habita, las produce como espacio de la autogestión, ya no de la re-presentación. Entonces, afirmar la autoorganización es sustraernos a los modos jerárquicos/autoritarios, reunirnos siempre en asamblea, en los casos de ser necesario, elegir delegados mandatados, siempre rotativos, siempre revocables, permanecer abiertos a la creatividad, luchar por la autogestión de la vida.
Decimos que otros modos de la política emergen de la experiencia de formas de autogobierno que hemos ensayado; decimos que elegimos seguir afirmando éstos modos de organización y ya no aquellos que nos dicen que debemos elegir una vez cada año para, acto seguido, ya no decidir más. Afirmar la autoorganización, esa es nuestra única elección, nuestra única apuesta. Queremos, luego podemos.
Nota: Este texto fue escrito por el hoy autodisuelto colectivo autogestivo La Peste, con motivo de las elecciones a Centro de Estudiantes posteriores al proceso de asambleas masivas y tomas de edificios en la Facultad de Cs. Sociales UBA, entre otras, en 2008.
inspiración profana:
ResponderEliminar"ampliar la ofensiva significa radicalizar la insubordinación a cualquier jerarquía ejercer nuestra creatividad destructiva contra la sociedad del espectáculo sabotear los coches y las mercancías que sabotean nuestra vida promover huelgas generales salvajes por tiempo indefinido reunirse siempre en asamblea en todas las fábricas de la periferia elegir delegados siempre revocables por la base conectar constantemente todos los lugares de lucha no descuidar ninguno de los medios técnicos útiles para la comunicación liberada dar un valor de uso directo a todo lo que tiene un valor de cambio ocupar permanentemente las fábricas y los edificios públicos organizar la autodefensa de los territorios conquistados y adelante con los faroles."
Nani Balestrini, "Los invisibles"