viernes, 3 de junio de 2011

Anotaciones sobre Sarlo en 678








Nos sumamos a la caterva de producciones sobre la presencia, del pasado martes 24 de mayo de 2011, de Beatriz Sarlo en 678: la pregunta ¿por qué escribir?, tan típica de otras épocas, nos atravesó en la distancia entre el deseo y la plasmación, si es que el deseo no es ya plasma-ción. La respuesta, finalmente afirmativa, puede responder a cierto narcisismo de dejar registrado lo que se pensó a partir de aquella combinación, de forma de patéticamente autocitarse ante la eventualidad de una coincidencia entre otros y uno, pero también nos preguntamos si existe escritura por fuera de cierta autoafirmación, si existe afuera del narcisismo en la escritura. Queremos decir, al fin y al cabo, que la paradoja señalada por Sarlo sobre el anacronismo –en el mal sentido del término- de suponer que los medios manipulan a los televidentes cuando hace 30 años los estudios de comunicación y cultura se corrieron de ese paradigma, fue la impresión que la visión de los primeros programas, a partir del básico recuerdo de la muy buena materia Comunicación II cátedra Mangone –de hecho, el recuerdo, seis años después, es un síntoma de que las clases fueron muy buenas-, generó en algunos de nosotros. Es que, como dijo González, el programa es como una monografía de un estudiante de Comunicación[1]¸ lo cual es mucho decir en relación con los segundos y quizá injusto para con el primero: ojala todas las monografías de proyectos comunicológicos hubieran sido un solo programa 67ochesco. 678, como la materia secundaria Comunicación, Cultura y Sociedad, es la carrera de Comunicación compactada –y, por ende, simplificada, reducida, homogeneizada- en hora y media o un año.

La presencia de Sarlo en 678 había sido anunciada en las redes sociales –la espuma de la espuma de la espuma de la espuma- desde hacía al menos tres semanas, no obstante lo cual tomó a unos cuantos desprevenidos, obligándolos a visitar la visita en dispositivos vecinos a aquella. Su presentación por el programa, coincidentemente con discutir la lógica futbolística no sólo a la hora de pensar debates televisivos sino también en muestras sobre exponentes del pensamiento nacional[2], fue prácticamente boxística, faltando sólo la cortina de Rocky para preludiar el enfrentamiento entre popes pesados. Hay que decir que la lectura según la cual Sarlo subestimó a los integrantes del panel 67ochesco, por contemplar que hay que saber inglés para ver la BBC y alemán para leer prensa europea no rápidamente simplificable como colonialista en su conjunto, fue una producción de la misma producción al invitar a dos personas ajenas al staff para discutir en primera instancia el mismo programa, no pudiendo, pareciera, sus propios integrantes defenderlo -y por ende defenderse- por sí mismos. Esta lógica minorizante, como quien defiende a otro en su presencia dando por hecho que ese otro no puede defenderse por sí mismo, fue adjudicada en espejo a -quizá sí- ciertos comentarios altaneros de la licenciada en letras. Sin embargo, antes de proceder al siempre cómodo autoposicionamiento en víctima que adelgaza la responsabilidad propia y carga las tintas sobre la maleficiencia ajena, los mismos integrantes del programa podrían pensar sus sentimientos ante los comentarios posteriores de Sarlo bajo la posición en que su misma producción los ubicó, esa posición tan bien descripta por Russo como pareciera que estamos pintados. Lo que parece que está pintado en 678 es la autoreflexividad, la vuelta sobre los informes de los comentadores que, al igual que la producción que los produce, forma parte del programa. De allí, además de la obvia estatura intelectual de Sarlo, bien llevada en el programa inmediatamente posterior para retornar a la descalificación denigratoria al siguiente, es de donde aquella obtuvo los réditos que la destacaron de los restantes panelistas: de no privarse reflexionar critica y comunicacionalmente sobre informes aunque estos no provengan del monopolio sino de un programa cientificistamente identificado con un gobierno que, en el marco de un enfrentamiento con el principal oligopolio mediático luego de su posición ante una política agricolaganadera tomada por el primero, impulsó la ley de medios de la democracia, demanda histórica de las Ciencias de la Comunicación y el periodismo progresista en su conjunto. Aquella re-flexión sobre los informes arroja un interesante desafío a los futuros intelectuales de la talla de Sarlo, sobre todo los adherentes al gobierno, que visiten el programa: en los días subsiguientes a su visita, este desafío fue esquivado más que retomado, facilitando el engrandecimiento de la figura de Sarlo y su persistencia en la memoria como prácticamente la única invitada que cuestionó, en piso, no en la comodidad hogareña de las reuniones entre amigos, los informes del programa. Este monumentalismo, condición de posibilidad y a la vez de producción de su quijotesca recepción en radios y prensas de medios reaccionarios, será lijado mediante la profundización del criticismo para con el propio bando –no hay que hacerle el juego al chantaje de no hay que hacerle el juego a la derecha-, no por medio de la descalificación denigratoria de los opositores, lo cual habla peor de los descalificadores y denigratorios que de los descalificados y denigrados.

Sarlo, con su presencia, marcó un camino. Sin embargo, ese camino, como en el mito, no está delante sino en el origen. Queremos decir, ese camino está en la potencia del programa. Con esta no queremos decir, según versiones idealistas y abstractas, lo que podría hacer, sino lo que hizo: en este caso, sí, potencia es acto, según una igualación, sin resto, plus o exceso, que, para el rey de los filósofos, era propia de animales o elementos naturales. Con estos intentamos decir que, a pesar de la brillantez que –contra viento y Mariotto- venimos re-conociendo en Sarlo y que no incomoda en absoluto escribir, lo que hizo en 678, con las cualidades que la distinguen, no fue más que una vuelta a los orígenes del programa, cuando, a pesar de simpatizar con el gobierno por el simple y comprensible hecho de pertenecer a un medio estatal, la dimensión de crítica de medios, fueran afines o no, no se hallaba subsumida en la propaganda que defiende y repite. Es cierto que los contextos cambiaron y que la correlación de fuerzas de hoy no es la de abril del 2008 o 28-j de 2009: es cierto, también, como dijo un integrante del otro panel del kdt kirchenrista –el segundo mejor panel del mundo-, que en su momento hubo que bancar los trapos y, como la actual intención de voto nacional lo demuestra, fueron bancados: la hinchada de la policía agricólo-mediática no pudo sustraerle lo trapo a lo pibe kirchnerista. Sin embargo, en exacta inversión de esta argumentación, fue precisamente en los comienzos del programa, marzo del 2009, cuando, sin prescindencia de resultar afín al gobierno, el ciclo se parecía más a una crítica de medios que a una rockola propagandística. Sería comprensible que, por motivo del lockout patronal y la escandalosa derrota de Kirchner por De Narvaez en provincia de Buenos Aires, la producción del programa, en los teléfonos rojos que lo han ligado a distintos sectores del gobierno, haya decidido acentuar la faz militante por sobre la criticista. Precisamente el registro en que habló Sarlo, dejando en falsete a casi todos los integrantes del panel. Digámoslo: todos menos Forster. Podría haber sido González, con quien mantuvo igualitarios intercambios en TN. Sin embargo, si, al calor de determinado contexto, se resaltó lo militante por sobre lo criticista, que el militantismo no se convierta y autoanule en limitantismo. Con esto quisiéramos decir que el militantismo, sea periodístico o científico, no debe perder de vista la relación de fuerzas sincrónica en que se inserta, considerando que una táctica que resultó positiva hace dos años lo sigue siendo, en una falta de lectura de las novedades del presente. Hay que estar atento, esa hermenéutica debe ser mensual, semanal, no cada cincuenta años. Así, vilipendizaciones como gorila, muy antropocéntrica por cierto, de poco sirven al pensamiento. Así, si citar Gramsci, Benjamin y Arendt, para pensar el consenso, la coerción y el fuego amigo[3], es poco hospitalario de teleespectadores, habrá que buscar otras formas de decirlo, pero no puede dejar de ser dicho. No se puede renegar de ninguna de las muchas tradiciones que habitamos, ni regalársela a quienes respetamos pero con quienes disentimos. La tradición del criticismo, de la crítica sin miramientos si el objeto de crítica es amigo y por ende impune o enemigo y por lo tanto culpable desde ya, no puede regalarse sin más. O, en todo caso, sí. Pero luego no pataleemos, ni seamos abusivamente injustos, si alguien viene a recordarnos lo que alguna fuimos pero, por conveniencia, pereza o algún otro motivo, dejamos de ser.  



Notas:

[1] Olivan, María Julia & Alabarces, Pablo, 678: la creación de otra realidad, 1 ed., Bs. As., Paidos, 2010, p. 207.
[2] López, María Pia, “Batallas y hegemonias”, Página/12, 30/05/2011.
[3] Verbitsky, Horacio, “Batalla cultural, fuego amigo y candidaturas”, Página/12, 6/3/11.

2 comentarios:

  1. Muy interesante enfoque. Siempre está bueno encontrar cosas que no se han dicho una vez que ha (perdónenme por esto) bajado la espuma. Y mejor cuando, como en este caso, la pequeña joyita sirve como puerta de entrada a un gran espacio, es decir, a este gran blog que acabo de descubrir. Ya los sigo por RSS, muchachos.

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  2. Que tal? Muy interesante el blog, estuve leyendo un par de textos.

    Beso, un gusto.

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