sábado, 30 de abril de 2011

impresiones deformes, presiones de formas.

impresiones deformes, presiones de formasNo llevo registro de los años, recuerdo la primera vez que me obligaron a firmar una fecha, fue alrededor de 1995. Después de ese evento supe confundirme y establecer el tiempo en acontecimientos, así que voy a decir que conocí lo que iba a ser el entonces supuesto edificio único de sociales, de la UBA, en el 2008, puede que no sea así, y que lo haya conocido en el 2010, pero prefiero afirmarlo hasta que se cansen de contradecirlo.

Fue en el 2008 durante una toma de la facultad, en unaasamblea, y me llamó la “forma de universidad” que tenía el edificio. Tal vez devenía acostumbrado a la forma de fábrica, y sus patrones (I y II). No tan así, pero creo que esas experiencias comenzaron a surgir de las tomas, antes no percibía el edificio, ni a la universidad, ni a lxs estudiantes.

Es increíble como puede también unx olvidarse la no gratuidad de la universidad, se puede estar a unos veinticinco pesos de la puerta de Santiago del Estero, se puede estar a 19$ de varixs autorxs. De todas maneras me gusta estar a 2,20 o nada en cuanto a dinero de la facultad, es decir que preferiría que fuera siempre estar a costa de mi motricidad activa.

Si como se cuida a la facultad guarda relación con cómo vemos a la sociedad, debo aclarar que no sabría qué cuidar, que a la sociedad la pienso como aquello que es normativizado para garantizar la reproducción de instituciones que sean bajo la imagen estatal, no hay nada que cuidar allí.

¿Cómo cuidar algo que se nos arrebata constantemente? Personalmente cuido de aquello que me acobija, que me recibe, que me responde. Este edificio me sigue rechazando: centraliza, jerarquiza, burocratiza, me expulsa. Más que cuidarlo, intento habitarlo, acercarme, rodearlo.  Se arma de una estructura que me prohibe limpiarlo, pintarlo, habitarlo, socavarlo; que hay una uniformización para aquellxs que sí poseen la legitimidad de producir este mantenimiento.  Uniformización a la que estarían sometidxs para conseguir subsistir.

Ahí no puedo sentarme, esparcirme, leerme, discutirme, sociabilizarme salvo bajo las alas áulicas y sus condiciones.  Ahí no puedo comer, y ¿debería estar 5 horas diarias aproximadamente? ¿5 de las 8 horas que no están ocupadas para asegurarme la comida, el techo y el descanso, la subsistencia?

En cuanto al territorio, este nos indica que puede haber algún punto de comparación entre un grissín y una prostituta, además de la impunidad con la que estos distintos dispositivos operan sobre nuestros cuerpos, en esa zona, con su profunda perversidad. Peor aún la asimilación de estxs como parte del paisaje.

Dentro del nuevo edificio de la universidad, algunas agrupaciones políticas de sociales pudieron romper con este folklore del amontonamiento de carteles, ahora nos rodean lápidas de consignas partidarias. La palabra muerta nos invoca.

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